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martes, 26 de julio de 2011

PRINCIPIOS QUE REGLAMENTAN NUESTRA INSTITUCIÓN

lAS SIGUIENTES LECTURAS SON EL COMPLEMENTO DE LA GUÍA A TRABAJAR SOBRE PRINCICIOS QUE REGLAMENTAN NUESTRA INSTITUCIÓN, ADEMÁS, DE DARLE EL USO A LA HERRAMIENTA DE NUESTRO BLOG INSTITUCIONAL PARA QUE TODOS CONOZCAN ALGUNAS ACTIVADES REALIZADAS AQUI.
LOS INVITAMOS A QUE SIGAN CONSULTANDO Y HACIENDO COMENTARIOS POR ÉSTE MEDIO.

GRACIAS,

PROFESORA: YEIMMY ZAMORA PINILLA

EL LEOPARDO EN SU ÁRBOL

EL LEOPARDO EN SU ÁRBOL
Hubo una vez en la selva un leopardo muy nocturno. Apenas podía dormir por las noches, y tumbado sobre la rama de su precioso árbol, se dedicaba a mirar lo que ocurría en la selva durante la noche. Fue así como descubrió que en aquella selva había un ladrón, observándole pasar cada noche a la ida con las manos vacías, y a la vuelta con los objetos robados durante sus fechorías. Unas veces eran los plátanos del señor mono, otras la peluca del león o las manchas de la cebra, y un día hasta el colmillo postizo que el gran elefante solía llevar el secreto.
Pero como aquel leopardo era un tipo muy tranquilo que vivía al margen de todo el mundo, no quiso decir nada a nadie, pues la cosa no iba con él, y a decir verdad, le hacía gracia descubrir esos secretillos.
Así, los animales llegaron a estar revolucionados por la presencia del sigiloso ladrón: el elefante se sentía ridículo sin su colmillo, la cebra parecía un burro blanco y no digamos el león, que ya no imponía ningún respeto estando calvo como una leona. Así estaban la mayoría de los animales, furiosos, confundidos o ridículos, pero el leopardo siguió tranquilo en su árbol, disfrutando incluso cada noche con los viajes del ladrón.
Sin embargo, una noche el ladrón se tomó vacaciones, y después de esperarlo durante largo rato, el leopardo se cansó y decidió dormir un rato. Cuando despertó, se descubrió en un lugar muy distinto del que era su hogar, flotando sobre el agua, aún subido al árbol. Estaba en un pequeño lago dentro de una cueva, y a su alrededor pudo ver todos aquellos objetos que noche tras noche había visto robar... ¡el ladrón había cortado el árbol y había robado su propia casa con él dentro!. Aquello era el colmo, así que el leopardo, aprovechando que el ladrón no estaba por allí, escapó corriendo, y al momento fue a ver al resto de animales para contarles dónde guardaba sus cosas aquel ladrón...
Todos alabaron al leopardo por haber descubierto al ladrón y su escondite, y permitirles recuperar sus cosas. Y resultó que al final, quien más salió perdiendo fue el leopardo, que no pudo replantar su magnífico árbol y tuvo que conformarse con uno mucho peor y en un sitio muy aburrido... y se lamentaba al recordar su indiferencia con los problemas de los demás, viendo que a la larga, por no haber hecho nada, se habían terminado convirtiendo en sus propios problemas.

El MITO Y LAS DESVIACIONES DEL BIÉN PÚBLICO

El MITO Y LAS DESVIACIONES DEL BIÉN PÚBLICO
La mitología griega es una fuente inagotable de fundamentos para entender la estructuración de lo público y su valoración en términos positivos. Existe un mito que en opinión de algunos filósofos contemporáneos refleja el modo metafísico la importancia que debe concederse a la constitución de lo público, por oposición a las desviaciones que puedan resultar de sobreponer el interés privado, aun cuando sea el mismísimo rey el que así proceda. No por ser el depositario del poder, está en condiciones de desviar en función del interés particular, lo que tiene un valor simbólico como bien público.
Este mito en particular se refiere a las andanzas de Minos, personaje que se convertirá en rey de Creta, la isla de donde brotaron muchos de los mitos fundadores de la cultura griega.
Minos era uno de los hijos del rey de Creta. Más ambicioso y fuerte que sus hermanos, quería derrotarlos y expulsarlos del país, para quedarse con el trono, lo que finalmente consiguió. Para ganarse la aceptación de sus súbitos, los convenció de que, teniendo el favor de los dioses, él podía solicitar para ellos cualquier beneficio con la seguridad de que obtendría una respuesta positiva. Invoca delante de su pueblo los favores de Poseidón, el dios de los embravecidos mares, logrando de ése efectivamente un obsequio formidable: el más hermoso de los toros, con la condición de que le fuera brindado en sacrificio. El magnífico ejemplar no era para el disfrute personal de Minos. El rey era en este caso apenas un agente, un intermediario a través del cual se cumplía una misión de carácter público y colectivo; la de realizar un facundo sacrificio al dios.
Minos, atraído por la belleza de animal, decidió troncar el destino: en una especie de “cambiazo”. Lo dejó para sus establos particulares, y envió para el sacrificio a otro toro de su propia hacienda. Aunque se realizó el sacrificio y aunque el toro de reemplazo era también ejemplar, se había apropiado de un bien que simbólicamente constituía el patrimonio público, esto es, el patrimonio sagrado, destinado al sacrificio religioso.
El atentado no quedó en la impunidad, y los dioses tomaron buen cuidado de asegurarse el castigo. Pasífae, la mujer de Minos, ante la vista del toro, terminó por enloquecer de deseo. Con ayuda de otra divinidad concibió diversos artificios para hacerse embarazar del animal, con el efecto terrible de que Pasífae engendrará el tristemente célebre Minotauro, mitad hombre y mitad toro, que llenó de terror a los habitantes de Creta.