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martes, 26 de julio de 2011

El MITO Y LAS DESVIACIONES DEL BIÉN PÚBLICO

El MITO Y LAS DESVIACIONES DEL BIÉN PÚBLICO
La mitología griega es una fuente inagotable de fundamentos para entender la estructuración de lo público y su valoración en términos positivos. Existe un mito que en opinión de algunos filósofos contemporáneos refleja el modo metafísico la importancia que debe concederse a la constitución de lo público, por oposición a las desviaciones que puedan resultar de sobreponer el interés privado, aun cuando sea el mismísimo rey el que así proceda. No por ser el depositario del poder, está en condiciones de desviar en función del interés particular, lo que tiene un valor simbólico como bien público.
Este mito en particular se refiere a las andanzas de Minos, personaje que se convertirá en rey de Creta, la isla de donde brotaron muchos de los mitos fundadores de la cultura griega.
Minos era uno de los hijos del rey de Creta. Más ambicioso y fuerte que sus hermanos, quería derrotarlos y expulsarlos del país, para quedarse con el trono, lo que finalmente consiguió. Para ganarse la aceptación de sus súbitos, los convenció de que, teniendo el favor de los dioses, él podía solicitar para ellos cualquier beneficio con la seguridad de que obtendría una respuesta positiva. Invoca delante de su pueblo los favores de Poseidón, el dios de los embravecidos mares, logrando de ése efectivamente un obsequio formidable: el más hermoso de los toros, con la condición de que le fuera brindado en sacrificio. El magnífico ejemplar no era para el disfrute personal de Minos. El rey era en este caso apenas un agente, un intermediario a través del cual se cumplía una misión de carácter público y colectivo; la de realizar un facundo sacrificio al dios.
Minos, atraído por la belleza de animal, decidió troncar el destino: en una especie de “cambiazo”. Lo dejó para sus establos particulares, y envió para el sacrificio a otro toro de su propia hacienda. Aunque se realizó el sacrificio y aunque el toro de reemplazo era también ejemplar, se había apropiado de un bien que simbólicamente constituía el patrimonio público, esto es, el patrimonio sagrado, destinado al sacrificio religioso.
El atentado no quedó en la impunidad, y los dioses tomaron buen cuidado de asegurarse el castigo. Pasífae, la mujer de Minos, ante la vista del toro, terminó por enloquecer de deseo. Con ayuda de otra divinidad concibió diversos artificios para hacerse embarazar del animal, con el efecto terrible de que Pasífae engendrará el tristemente célebre Minotauro, mitad hombre y mitad toro, que llenó de terror a los habitantes de Creta.

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